Números pares, impares e
idiotas
MILLÁS, Juan José y FRAGUAS “FORGES”, Antonio, Números
pares, impares e idiotas,
Editorial Alba, Barcelona, 2001
Cuento
perteneciente al libro anterior.
“Europa
era un lugar sin números, aunque con muchas letras. Sus habitantes no sabían cuántas,
puesto que carecían de números para contarlas. Tampoco sabían el número de piernas
ni de ojos, ni de brazos, ni de dedos que tenían. En las escuelas, cuando los profesores
preguntaban a los niños cuántos dedos tenían, ellos decían:
-Varios.
-¿Y
cuántos dientes?
-Varios.
¿Y
cuántos ojos tenéis en el pecho?
-Ninguno.
Sólo
sabían decir "varios" y "ninguno". Hacían preguntas absurdas,
como las de los ojos o los pelos, para dar la impresión de que sabían contar.
Cuando
las madres mandaban a sus hijos a la tienda para hacer recados, si ellos
preguntaban
cuántas patatas o magdalenas debían comprar, las madres decían:
-Varias.
-¿Y
cuántos pulmones de acero?
-Ninguno.
La gente
no cumplía años, sino varios años, o ningún siglo. Si en las entrevistas de
trabajo te preguntaban cuántos años tenías, la contestación correcta era:
-Varios
-¿Y siglos?
-Ninguno.
Los
sabios dijeron a las autoridades que no se podía continuar así, porque para
entender la realidad es preciso contarla, o numerarla. Entonces inventaron los
números romanos que están hechos de letras mayúsculas. Así la I quería decir
uno; la V, cinco; la X diez; la L, cincuenta y la M mil. No es que fuera fácil
contar y numerar con números romanos, pero eran mejor que nada.
-Yo tengo
XXX años.
-Yo
quiero V kilos de patatas.
-Pedro me
ha quitado VI cromos.
-A mi
hijo le han salido XV granos en la cara.
Entre
tanto, había en África unos números árabes muy fáciles de entender y muy
prácticos para contar y para numerar las cosas, que al enterarse de las
dificultades europeas decidieron emigrar en busca de un trabajo aritmético
digno. La mayoría de ellos viajaron, por falta de medios, apiñados en pequeñas
embarcaciones, llamadas pateras, que con frecuencia naufragaban antes de
alcanzar la costa, condenando a los números y númeras árabes a perecer en medio
de horribles sufrimientos. Algunas de estas númeras estaban embarazadas y sus
hijos jamás verían la luz. Los que lograban alcanzar la costa tenían que huír
de los números romanos, que les llamaban extranjeros o moros, despectivamente y
los perseguían con leyes y palos. Pero los números árabes estaban convencidos
de que eran más útiles que los números romanos y no dejaban de llegar en busca
de una vida mejor para sí mismos y para sus descendientes.
La
población, al ver que era tan fácil contar o numerar con ellos las cosas,
empezó a usarlos sin importarle lo que dijeran las leyes.
-Hijo
vete a la tienda y compra dos botellas de leche y 3 barras de pan.
-Mi padre
ha cumplido 42 años.
-El día
tiene 24 horas y el año 365 días.
-Me debes
7 cromos.
-Pues yo
tengo 2 ojos en la cara.
Los
números romanos comprendieron que su tiempo había pasado y negociaron ser
utilizados
para la base de los monumentos, donde llevan una vida muy feliz y son muy respetados.
Hoy la
mayoría de la gente no sabe que los números que utiliza son árabes. A nadie en
su sano juicio se le ocurriría no usarlos porque son extranjeros. Aunque la
pregunta correcta es:
¿Son de
verdad extranjeros? ¿Qué rayos significa ser extranjero?"
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